Querido amor de mi vida:
Cinco, diez y hasta veinte minutos me he podido tirar empezando esto que no sé ni siquiera cómo llamarlo. Empezando una frase y borrando dos. No sé si es porque no me gusta lo que escribo o porque sencillamente no estoy preparada para decirte adiós. Porque supongo que ese es el fin de esto, despedirme. Y mira que nunca me gusto plantearme esa idea, que siempre quise esperarte. Pero, ¿qué quieres que haga cuando ya no quedan fuerzas para seguir ahí? Ni fuerzas, ni apenas nada. Ni siquiera ganas. Me cuesta encontrarlas, donde tantas veces sobraban. Y no sé porque se han esfumado así, pero creo que esperar algo que no llega, que no llega apenas una señal, hace que te rindas, o que dejes de intentarlo. Porque en el fondo sé que una gran parte de mi seguirá esperándote. Quizás pienses que esto esta siendo fácil para mí. Que tan rápido te digo que 'siempre serás mi vida' como cojo y te digo que ya no puedo más. Pero te fuiste y dejaste puertas abiertas, queriendo o sin querer, lo hiciste. Y yo me he quedado aquí, sin saber cuál cerrar tras de mí, y viendo como otras se cierran por la corriente haciendo que todo eso que se me repite una y otra vez en mi cabeza, se haga pedazos del portazo.
No sé qué haces, ni qué piensas, ni qué sientes, por mí o por otra, que más da. Y tampoco sé si quiero saberlo. Aunque no sé, dímelo. Cuéntame cuando vuelvas a sentir eso de ilusionarse por algo que empieza. Porque es lo de antes,te fuiste sin cerrar la puerta. Y aunque yo quiera hacerme a la idea de que ya no hay marcha atrás y esto se ha acabado, hay palabras que no paran de rondar en mi mente. Y espero, sin respuesta, que vuelvas a buscarme.
Pero eso no llega, y tú te contradices. Y yo, bien, pues yo, yo ya no sé ni qué hago aquí.
Te quiero hablar de mí porque soy la que hoy te dice que se va. No sé muy bien a donde ni por qué. Pero tengo la horrible, malísima, por no decir la peor, sensación de que ya no hay nada más que hacer. De que te has ido, sin dejar muchas cosas claras. Pero que no vas a volver. Y eso me rompe por dentro. No puedo seguir viéndote marchar y como cada día te veo más lejos. Creo que ya he visto eso demasiado tiempo, y quizás ahora me toca a mí dar media vuelta y marchar. Y seguramente dentro de 45 minutos me quiera matar por lo que estoy haciendo, pero eso se ha convertido ya en rutina para mí. La eterna duda de por ti o por mí. Y creo que, como tantas veces tú me has dicho, debo hacer las cosas por mí. Aunque eso suponga un vacío muy difícil de llenar...
Así que he cogido un par de pompones, más de un billete de metro, un imán en mi nevera, otro que esperaba darte, y una pequeña llave entre cosas y las he guardado en un pequeño rincón de mi cuarto (o de mí) que lleva tu nombre. Otras cosas sin embargo, todavía no las puedo cambiar, y dudo que algún día lo haga.
Me voy, pero te llevo conmigo, porque siempre serás tú. Vuelve cuando quieras volver, recuerda que siempre tuviste un hogar entre mis brazos...
«Te quiero.
Ya sé que termino igual todos los mensajes pero es que me da pánico que se te olvide.
Que entre distancias y cosas nuevas
crezca una pregunta en tu estómago.
Que un día te tomes un café en a saber dónde y dudes.
No hay nada más peligroso ni humano que una duda.
Tú siempre has sido más de volar.
Yo, en cambio, de no ahogarme.
Así que, eso,
te quiero.
No lo olvides, ¿vale?»
Eso no cambia. Te quiero como siempre, los dos ya sabemos cuánto, cómo y hasta cuándo es eso.
Nunca lo has sabido, pero guardaba en mi mesita de noche un poquito de tu olor...
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